
Enseguida Elías se levantó del piso en donde nos encontrábamos todos y se dirigió hacia la mesa en donde se encontraba su padre y comenzó a llamar a cada uno para ofrecerle el traguito de la medicina. Cuando me tocó el turno, me acerqué con esa mezcla de temor que usualmente siento cuando tomo medicina, y la expectativa de lo que va a suceder durante la noche.
El sabor de la medicina es amargo pero este yagé comparado con algunos que he probado, no sabía tan mal. Además, cuando tomé, Elías me pasó un casquito de limón para quitar el sabor de amargo de mi boca y vaya si funciona bien. Todos nos sentamos de nuevo en el piso y de frente al taita, y a esperar ... Transcurrieron unos 30 minutos cuando comencé a sentir un pequeño malestar en mi estómago y un leve mareo. El malestar se fue intensificando y el mareo comenzó a hacerse mayor acompañado ahora de una leve visión de luces muy tenues. Comenzaron a cruzarse ideas en mi cabeza pero nada concreto, eran más ideas cada vez más rápidas. Fue difícil mantenerme concentrado.
Al cabo de una hora, el mareo era intenso y el malestar más aún pero ahora me acompañaba también una imperiosa necesidad de salir de la maloca y vomitar pero era tal el malestar que difícilmente me podía levantar. La angustia comenzó a apoderarse de mí pues se que cuando la medicina sacude duro, la fascinación de la experiencia se puede convertir en todo un suplicio que lleva incluso a pensar que se está adportas de la locura.

Cada vomitada era un real suplicio pues la medicina estaba muy fuerte. El mareo persistía pero ahora con mayor intensidad y una vos dentro de mi me hablaba... "que estás votando, ya sabes que es..." Me encontré allí con mis fantasmas, mis miedos, mi consciencia trastocada. Parecía que todo daba vueltas a mi alrededor y yo a la vez alrededor de todo. Sentía voces y un sonido agudo comenzó a invadir todo el espacio. Era insoportable, no podía definir nada y el dolor e mi estómago me llevaron al desespero sin poder vomitar por completo la medicina.
Habrán pasado unos 15 minutos que pudieron ser para mí 15 siglos, cuando Elías se acercó y me dio agua para beber. Me calmé un poco no obstante sabía que aún había más por examinar. Me dirigí hacia la maloca pero una extraña fuerza tomó mi cuerpo y casi a la brava me sacó de allí; sentí que aún no estaba listo para regresar al lado del taita. Me quedé al costado de la puerta de acceso y allí nuevamente llegó una oleada brutal de energía. Era como un golpe que sentía de nuevo en mi estómago. Una rara y pesada sensación embargó ahora mi ser. Sabía que tenía una piedra que quería sacar. Pese a que mi cabeza aún estaba dispersa, traté de concentrarme. Buscaba en mi memoria aquello que quería expulsar, era como caminar por un laberinto tratando de encontrar cuanto antes la salida. Los sonidos a mí alrededor los percibía diferentes, con eco.
La búsqueda por los recónditos caminos de mi consciencia continuaban hasta que comencé a comprender, la necesidad de vomitar regresó pero esta vez con mayor intensidad. Estaba muy mareado y la sensación de estar loco volvía a mi cabeza. Pedí ayuda con la escasa fuerza que tenía. La respuesta fue contundente, "el efecto dura unas dos horas, solo espere que ya pasará", dijo Elías tan apacible como siempre... me tuve que resignar.

Entré entonces hacia la maloca con una sensación mayúscula de debilidad y pude en medio de un mareo intenso, encontrar de nuevo mi sitio. Me sorprendí al encontrar solo a Lorea y a una chica con un semblante bastante diferente al que yo tenía, dentro de la maloca. Las otras dos personas estaban afuera al parecer viviendo situaciones similares a la mía. Estaba completamente desconectado de la realidad circundante a mi experiencia.
En esa primera parte del viaje sentí pues la locura, la selva alborotada, mi cabeza a punto de explotar, una sensación de penitencia, un escalofría incontrolable, una búsqueda sin salida y finalmente, una liberación…
Al parecer lo peor estaba terminando. Ya ubicado en mi espacio, encima de una colchoneta y con una manta de lana a mi alrededor, quise pedir permiso al taita para prender un cigarrillo. Cuando levanté mi cabeza vi a tres indígenas de gran envergadura a cada costado de este chamán y con los brazos cruzados en pose de constante vigilancia. Eran los guardianes. Me levanté y prendí mi cigarrillo con la venia del taita. Seguía ahora el viaje por el sendero de la luz, ya estaban allí los guerreros imperturbables…
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Fotos tomadas de www.snailconvention.com/services/ y http://ethnopharmacology.com/