lunes, 21 de julio de 2008

Putumayo, amalgama de sabores

El 21 de junio después de tres días en el Sibundoy en donde conocimos lugares mágicos e indescriptibles y a los cuales se llega a través del espíritu, emprendimos el viaje hacia el bajo Putumayo, tierra además de yagecera, cocalera, muy cocalera.

El viaje desde Sibundoy hasta Puerto Asis toma 5 horas y cuesta $20,000 en un viaje que no garantiza ni una silla y menos comodidad. De hecho viajamos sentados en el piso y acompañados de cumbias peruanas muy divertidas por cierto. Una vez llegamos al puerto tomamos un bote destartalado que dejaba filtar el agua por su piso, para viajar sobre el magestuoso río Putumayo, unos de los ríos más grandes del país. Después de hora y media río adentro, llegamos a nuestro siguiente destino en la mitad de la selva.

He de mencionar primero quizá por que fué lo que primero llamó mi atención, que la zona hacia donde nos dirigimos está llena de cultivos de coca que hasta hace poco eran el medio de sustento de muchas familias campesinas de la región pero que con las políticas actuales del estado colombiano, se están erradicando y sustituyendo por cultivos lícitos como el maiz o el arroz. Viajar en los botes con la gente de la zona es muy enriquecedor pues tienes de primera mano el sentir de quienes por años han tenido que soportar la violencia de un país que se desangra entre corrupción, narcotráfico y falsos ídolos.


En la zona que visitamos, selva adentro, entraban escasamente dos emisoras, la del ejécito nacional y la de las guerrillas de las FARC, y una de música bailable; quizá por que las pilas del radio estaban muy gastadas o por que efectivamente no alcanza a legar la señal hasta allí. Escuchar la emisora de las FARC me resultó bastante novedoso y nuevo para mi comenzando porque los saludos se los envían a números "Saludos al 221 y al 224 en la zona del alto, y un especial saludo también para el 214". La música es alusiva todo el tiempo a su causa al mejor estilo vallenato, merengure, tropical o salsa y los saludos para los camaradas de la cúpula y los comandantes Chávez y Fidel, son la constante durante todo el día además de despotricar del gobierno del actual presidente del país y su política de estado.

Por su parte el ejército hace alarde de que están derrotando al enemigo e invitan a la desmovilización. Estando allí nos enteramos de la liberación de Ingrid Betancorth y los demás secuestrados y nos contaban además que a solo unos 45 minutos de viaje en bote de donde estábamos se había realizado el bombardeo que acabó con la vida de Raúl Reyes y que generó la disputa diplomática entre Ecuador y Colombia.

Y es que sin duda viajar por el Putumayo es viajar por el corazón del conflicto al que sientes respirando en tu cuello todo el tiempo. Los retenes militares son la constante; por ejemplo en el viaje que tuvimos desde Puerto Asis hasta Pasto, fuimos requisados 8 veces incluido un retén sobre el mismo río Putumayo y en los caminos se ve la maquinaria de guerra, camiones blindados y armados en las 4 direcciones y monitoreados con radares. Me impresionó y aveces incluso me asustó.



La experiencia de viajar por el rio es increible. Mi espíritu vibró de emoción cuando entramos al cause de una tremeda mole de agua de unos 200 metros de ancho y muchos más de profundidad. El paisaje es bellísimo pues el río a cada lado esta acompañado de mucho verde y las nubes en el cielo azul dibujan la energía de la madre selva. Los sonidos además son intensos y diferentes. Nos visitaron varias veces los micos y el trinar de los pájaros nos daban la bienvenida del nuevo día. También las arenillas, unos mosquitos que nunca ví pero que me cogieron de postre, hicieron un tanto tortuosa la estadía allí.


La maravillosa e increible experiencia se completó con la oportunidad de convivir por quince días con una familia indígena de la comunidad de los Kamensas en una tierra que si bien es muy linda, también es muy agreste debido al clima, los caminos intransitables y llenos de barro hasta el cuello y la falta de comodidades básicas para un citadino como agua potable, electricidad o baños; no obstante el aprendizaje fue mayúsculo considerando que la familia que nos recibió nos acogió como a su propia familia y nos enseñó muchos secretos encerrados en una selva que de vez en cuando enrarece la atmósfera y siente el dolor de tanta sangre derramada acompañada de una impunidad pasmosa y una complicidad hasta ingenua por parte de sus habitantes.

Y es que definitivamente mi país aun tiene muchos encantados matizados y mimetizados por descubrir y el Putumayo, la tierra de la coca y el yagé, es sin duda uno de ellos... Quien quiera sentir un poco de la realidad Colombiana debería pasar por aquí para oler a un país que desde sus entrañas desea levantarse de una racha de violencia que la ha cubierto durante toda su existencia. Vale la pena visitar pues al hermoso Putumayo, aunque se pueda conocer de cerca la locura e incluso morir en el intento ...