Otavalo ofrece a parte de sus muy famosas artesanías, la oportunidad de conectarse con la naturaleza a través de los diferentes recorridos y tours que ofrece la zona. Estando allí decidimos caminar buscando la cascada de Peguche y el lago de San Pablo, dos lugares bellísimos rodeados de mucho misticismo. El recorrido nos tomó todo el día marchando por caminos por donde usualmente los turistas convencionales no llegan … me llamó fuertemente la atención las casas de los campesinos circundadas por muy ordenadas huertas en donde se aprecian los más hermosos cultivos de fresas, maíz y toda una variopinta de vegetales al mejor estilo Ecuatoriano que envuelven el ambiente en un arcoiris de colores, olores y sensaciones que hicieron que mi espíritu se elevara dos centímetros por encima de la tierra.
Las casas en su inmensa mayoría están recién fabricadas en adobe o ladrillo y cemento con diseños que evocan hogares citadinos de dos y tres pisos, enchapadas en su exterior y puertas refinadas de lámina. Un hombre me comentaría después que los Otavaleños fueron de los primeros ecuatorianos que salieron del país a conquistar el mundo así que es el dinero de las remesas que envían los familiares del exterior, lo que seguramente ha permitido mantener una economía dinámica en esta zona del país.
Hermoso pues resulta caminar por los alrededores de Otavalo bordeando el Imbabura y respirando un aire tranquilo que invita a sentir con mayor intensidad el regalo maravilloso de la vida... y lo mejor, todo gratis!