lunes, 27 de octubre de 2008

La visita a la montaña



"Es importante que en algún tiempo, uno implore una visión. Que vaya a la cúspide del Universo, a una montaña donde encuentre el nido del cóndor y del águila. A una montaña donde uno encuentra la presencia de nuestros antepasados en el encuentro consigo mismo" Aurelio Díaz Tekpankalli. Fuego Sagrado de Itzachilatlan.


Y fué así, como movido por el deseo y la curiosidad de saber que era subir a una montaña y ayunar por cuatro días con sus cuatro noches en medio de un espacio no mayor a 6 m2, con solo una cobija y una manta y apoyado por 365 rezos hechos en tela roja y tabaco, poniendo especial atención a la puerta del oriente, la puerta de la humildad, la dirección por donde sale el taita sol; que cambié mi ruta para permitirme tener ese espacio sagrado y único en mi vida. Subir para recordar, subir para pensar y no pensar, subir para aprender a hablar con el silencio, hacerme amigo del viento, cobijarme con las estrellas y ser abrazado por el sol en interminables días.


Que maravillosa experiencia, sentí que nacía nuevamente caminando más allá de lo que hasta ahora había recordado. Esta vez no pensé en mis abuelos ni en mis antepasados, caminé de la mano de mis ancestros. Recordé que antes de la personificación que tengo hoy día de Dios producto de mi formación ¿o deformación? católica, mi espíritu se inclinaba con veneración para adorar al sol, al Taita Inti; y a la tierra, la Pacha Mama. Así se nos había manisfestado el gran espíritu, así lo entendimos y así lo vivimos hasta que que nos los transfiguraron. Sentí nuevamente que el maíz era el pilar y cuna de toda una civilización que aún vive y se hace sentir.

Sentí que nada era más importante que una gota de agua, una simple y milagrosa gota de agua y que allí se condensaba todo lo necesario para hacer de este planeta lo que es, el más bello regalo que le han dado a nuestra especie.

Estuve en este lugar durante dos semanas asimilando, recordando, danzando al amanecer cuando el sol sale a iluminar a Urcuqui, un pequeñísimo caserío a una hora de Ibarra, lugar de la búsqueda, en donde el hermoso volcán del Cotacachi nos saludaba con sus blancas nieves y el agua nos mostraba su infinita bondad en Chachimbiro, un exótico lugar de aguas termales incrustado en medio de bellas montañas. Una nueva relación con el fuego, con el tabaco sagrado, la sabiduría de la chanupa, el bizón blanco, los pueblos del norte, la purificación en el vientre de la madre tierra...


Así fué, indescriptible, sanador, mágico. Ecuador, ¿Hay aún más para mí ?....


Fueguito Sagrado

Recitos en el aire viajan a través del humo

En la ceniza, la memoria de los ancestros

Luz, iluminación...

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